La rodilla está formada por un conjunto de tejidos (hueso, cartílago, membrana sinovial, meniscos y ligamentos) que cumplen una determinada función. Estos tejidos están interrelacionados y dependen unos de otros.
El punto clave de nuestros tratamientos es la preservación del cartílago articular, tejido que permite que los huesos deslicen unos sobre otros sin apenas desgaste. Cuando se lesiona, es incapaz de cicatrizar y regenerarse por sí mismo. En consecuencia, nuestro objetivo es prevenir su deterioro conservando su amortiguación (meniscos) y la estabilidad articular (ligamentos). Por tanto, debemos actuar antes de que el cartílago resulte afectado.